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reflexiones del genio lucas escritas
Glorificamos al soldado como el hombre completamente liso, inencumbrado”, razonamiento que roz las riberas de ese pasado del que emergió aquella literatura “desbaratada” entonces por Miguel de Cervantes. En cualquier caso, imaginemos al general Gómez escribiendo décimas contra los autores que lo adversaban. O haciendo morisquetas para burlarse de Leoncio Martínez., Job Pim u otros furtivos mamadores de gallo. Es como solicitarle a Mugabe -o a Pinochet en sus tiempos- que escriba poemas contra Zapata, Quino, Aquiles Nazoa o contra la joven Rayma, tan en rema como Edo o Pam-chito.
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Otro motivo es que a Sklar, a diferencia de la gran mayoría de los escritores –y todo tipo de artistas—le apasionan los datos. Y las argumentaciones y medites que le da a Goran están fundamentadas en hechos y no meramente en intuiciones, contradiciendo la manera mucho más paradigmática de meditar en la Argentina. Las melancólicas abren sus ánimas mediante la escritura. De este modo lo hacen Conchi León y Maribel Carrasco.
¿Soñaba, miraba el derrumbamiento de un bosque por efectos de un terremoto? ¿Estuvo siendo consciente de la correo entre lo que sonaba en sus adentros y la cosa designada? ¿A quién iba dirigido eso que emergía de su cuerpo? Todas y cada una estas cuestiones, quizás parecidas a las de otro hombre un tanto más adelantado, estaban presentes en quien ya había acumulado tras su sombra la experiencia de charla. Considerablemente más que charlar, decir, por lo que tiene esta última palabra en la palabra que señala o relata.
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Es el cosmos narrativo de este creador/ poeta que se expuso con este título, cuyo primer capítulo ganó el Certamen de Cuentos de El Nacional en 1972. Por todo eso, el poeta rinde “culto a la comarca…en su deambular con el juego/ de las aves adelante del ventanal claroscuro”. Me desplazo por el libro con exactamente el mismo sigilo y menciono otras fábulas como las dedicadas a Allende, Humala, Baduel, Kapucinski, Catalá que, por precisamente la misma seguridad de líneas precedentes, meritan espacio antológico. O sea, un libro para leyentes que quieran revisar el mapa y la anatomía de un país medio borroso.
La permanencia del personaje supera la realidad, sobrepasa al actor. Esta separación, esta frontera, afirma la imagen de quien todos y cada uno de los días debe “fallecer” para llevar a cabo opinar que venció a la muerte. Quien de verdad murió por una patología nada imaginaria, quedó eternamente fijado en la mirada de quienes no advirtieron que el actor había sucumbido, en la creencia de que había sido el actor. La perfección de la muerte provocó la risa, el aplauso. Innumerables ocasiones quedó tendido el cuerpo fallecido del personaje.
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- Nuestro personaje consigue la máxima felicidad con Melania, luego de una popularizada abstinencia sexual, obligada por su precariedad económica.
- Los terrícolas solemos mirarla con ojos descreídos.
El agua corre por este libro en cuyas páginas respira el poeta Utrera y en el que aparecen códigos que revelan la pasión de su constructor por el viejo juglar del Sur de Aragua. Ochoa lo canta con la presencia del río que pocos nombran por no conocerlo. Ochoa lo realiza poesía de agua, con el mismo líquido de sus versos apagados detrás de todos los elementos de la naturaleza. El agua de este libro es una metáfora a quien se dedicó a inventar un paisaje. Un viaje por todos los mitos y rincones de San Sebastián.
Freddy Krueger se agazapa en el artículo y discurre con sangre en las garras. ¿La mía, la de aquella chavala que se quedó dormida en la fiesta? El poema justifica la presencia del título y descansa a la orilla del temor. Alguien despierta el texto con una carcajada.
La mujer se encarga de denegar a todos los clientes del servicio hasta el día de hoy en que hace aparición un extranjero (mitad japonés, mitad estadounidense) quien la “conquista” a través del ofrecimiento de muchos dólares americanos americanos y por su similar con un Cristo que ella tenía puesto en la pared. Años después, un japonés que hace de narrador discreto entera al lector de que el tal extranjero no es ningún santurrón sino más bien un aventurero llamado George Murry, quien se ufanaba de haber tenido relaciones con una chica china pues lo creía un enviado de Dios. Murry –afirma la voz del japonés- aloqueció al enterrase de que tenía sífilis, al paso que la joven, merced a la fe en el personaje a quien creía su salvador, se cura. El relator japonés, personaje circunstancial, decide no revelarle nada a la chica, quien prosiguió su vida “con la cara resplandeciente mientras que masticaba las semillas de sandía”. El lugar nos elige, nos revela sus adentros, donde solo cabemos en silencio, atados a un mordisco de tierra, a una bocanada de muerte, que esto es el silencio mordido por la mueca final.
Mientras escribo esto, he corrido la carrera de mi vida durante cinco décadas y media. Sin embargo, creo que es una hazaña considerablemente mayor que esta. Comentario sobre la publicación del libro de María Negroni que junta sus ensayos en torno a la literatura gótica y el cine noir.
Los buenos y malos sentimientos forman parte a su esqueleto conceptual, de sus secretos. Sacarle lo viejo al humano ser es transformarlo en un extraño al mundo, a la concepción de su “pureza” original, tan defendida por Rousseau, por los habitantes del Génesis, con la salvedad de Caín, el que verdaderamente inventó la verdad. La intemperie de esa imagen geográfica, espiritual y humana levita frente a los ojos de los soñadores, los que suponen que el mundo anda a gachas en pos de otro astro que lo alumbre. A todas estas, la tierra gira, aparece el sol, se mete la luna, llueve a jarros, el sol quema. Y si queremos ser considerablemente más explícitos, a relámpagos, truenos y centellas les dio por ingresar sin aviso al poema que lo es y al cuento tampoco lo es, pero semeja. Y que conste, no soy dogmático y mucho menos cuentero.
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