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la historia de jose y sus hermanos
Todavía tenía miedo de Esaú, pero Esau lo recibió y lo excusó por lo que había pasado entre ellos. Esta es la crónica de José, el hijo mayor de Israel y Raquel. José va a admitir a sus hermanos pero estos no a él y va a elegir ponerlos a prueba culpando al hermano menor de robo. El cariño y la predilección que comentamos le dispensaba su padre le ocasionó tremendos inconvenientes a José con sus hermanos quienes lo odiaban y pergeñaron diferentes acciones para liberarse de él.
José empezó a trabajar diligentemente para el faraón. Durante los siete años de abundancia logró acumular alimento mucho más que bastante para todos. En el momento en que empezó la escasez, no afectó solo a Egipto sino más bien se extendió por todas y cada una de las naciones. Por ello, comenzó a llegar gente de todo el mundo con el propósito de obtener alimentos. En el segundo sueño el faraón vio siete espigas de trigo, enormes y preciosas, que salían de un tallo. Tras ellas brotaron siete espigas delgadísimas y quemadas.
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- Tú vas a estar sobre mi casa, y por tu palabra se regirá mi pueblo; únicamente en el trono voy a ser yo mayor que tú.
Aprovecho para realizar un paréntesis de capacitación. Muchas veces las lecturas que nos proporciona la liturgia son porciones escogidas de una historia considerablemente más extendida, como ocurre con esta historia de José. En esos casos es recomendable que hayamos ido a la Biblia y leamos el pasaje terminado.
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Todos y cada uno de los hermanos se doblegaron frente él, por visto que era un individuo esencial. El faraón creyó todo lo que José le ha dicho y lo puso al cargo de toda la tierra de Egipto. A los otros hermanos les agradó esta idea, así que se lo vendieron a quienes iban para Egipto. Esta es la crónica de un joven que lleva por nombre José.
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la historia de jose y sus hermanos
Después el hombre llevó a los hombres a casa de José, y les dio agua y se lavaron los pies; y dio forraje a sus asnos. El hombre hizo como José le dijo, y llevó a los hombres a casa de José. Y en el momento en que volvió a ellos y les charló, tomó de entre ellos a Simeón, y lo anudó a la visión de sus hermanos.
Él mantuvo siempre y en todo momento la mirada fija en Dios, su Salvador, y el Señor le asistió a perdonar a sus hermanos y traer reconciliación a su familia. Por su lado, los hermanos de José seguían llevando el peso de una conciencia culpable. Sabían que habían actuado con maldad y el recuerdo de sus errores los mantenía atados con cadenas de miedo y remordimiento, al punto de que estaban siempre y en todo momento observando que pronto les llegaría el justo castigo. ¡Por qué no habrían actuado próximamente para corregir sus faltas! ¡Por qué razón no habrían reconocido sus fallos, dicho la verdad a Jacob y asimismo intentado salvar a José! Pero no lo hicieron y de ahí que vivieron múltiples años bajo el peso insoportable y las fuertes ataduras de una conciencia culpable.
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Y sucedió que por la mañana su espíritu se encontraba turbado, y mandó llamar a todos los adivinos de Egipto, y a sus sabios. Y Faraón les contó sus sueños, pero no hubo quien se los pudiese interpretar a Faraón. Y ella dejó a la vera de sí la ropa de él hasta que su señor vino a casa. Y el SEÑOR estaba con José, que llegó a ser un hombre próspero, y se encontraba en casa de su amo el egipcio.
La historia empieza diciéndonos que Jacob amaba a José más que sus otros hijos (Génesis 37,3), de hecho lo favorecía tanto que le obsequió una hermosa cubierta novedosa. Como era de esperar, los hermanos se sintieron envidiosos y comenzaron a charlar en oposición a él. Acorde se lleva a cabo la historia, observamos que Jacob debió abonar un precio muy alto por no reconocer su favoritismo y por no fijarse en que sus otros hijos se resentían cada vez más con José. La liturgia de el día de hoy nos ofrece como primera lectura (Gn 37,3-4.12-13a.17b-28) la historia de José, entre los doce hijos de Jacob .
Si bien nuestro sermón esta mañana se debe ver con las peculiaridades que hicieron a José un hombre grande. Consideremos entonces las tres cosas que hicieron de José un hombre grande. “Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él”. Era la convicción de José que Dios se encontraba con el, y esa convicción le contribuye a sobre llevar los inconvenientes y las pruebas de su historia.
Cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le sacaron la cubierta que su padre le había hecho y lo echaron al pozo, que se encontraba seco. Los hermanos de José fueron múltiples de los que vinieron a Egipto desde otros países y zonas de todo el mundo para conseguir alimento. En el final, sí que se postraron frente José pidiendo su favor y comida, tal y como José había soñado en el momento en que solo tenía diecisiete años. Sin embargo, Rubén – el hermano mayor – se opuso a que le hiciesen daño a José.
