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sirach 6 5-17
32 Te la vestirás como túnica de gloria y te la ceñirás como corona de ensaltación. 33 Si quisieres, hijo mío, adquirir la doctrina y si te entregas a ella, serás sobre aviso. Oigamos a Cristo como Palabra de vida; contemplémoslo como refulgente Lucero del alba (Cfr. Ap 2, 28; 22,16) que aguarda el momento de levantarse en nuestros corazones. La voz magnífica comunica a Jesús como exactamente el mismo Hijo amado de Dios, en quien el Padre se gusta (Cfr. S 2,7). Con esas palabras, Dios nos deja asomarnos resumidamente a su interior. En la nube que representa el Espíritu Santo, el Padre revela su amor hacia el Hijo y nos invita a comunicar ese amor como hijos suyos bienamados.
Procuró primero el Reino de Dios, confiando en que Dios proveería (cf. Mt 6,25–34). Aún encadenado en su celda, mandaba a sus discípulos—y a nosotros—al Salvador. Él sabe que Jesús hace “las proyectos del Mesías” pronosticadas en la primera lectura y el salmo de hoy. Pero quiere que sus acólitos—y nosotros—sepamos que el Juez está a la puerta; que en Jesús, nuestro Dios vino a socorrer. También Moisés -que fue llamado a socorrer al hijo primogénito de Dios, el pueblo de Israel (cf. Ex- 4,22; Si 36,11)-, fue asimismo conminado al nacer, por un tirano receloso y enfadado (cf. Ex- 1,15-16). Y como Moisés fue salvado por su madre y su hermana (cf. Ex– 2,1-diez; 4,19), Jesús además es rescatado por su familia, en concordancia el plan de Dios.
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Juan el Bautista cita esto, tal como la profecía de Isaías, para enseñar que toda la narración de Israel apunta a la revelación de Jesús. En Jesús, Dios ha llenado el valle que separaba de Él a la raza humana pecadora. Él ha descendido desde el cielo y hizo habitar su gloria en la tierra, como cantamos en el salmo de este domingo. El tiempo del exilio –la prolongada separación de Dios que la raza humana tiene debido al pecado- está a puntito de terminar.
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En la mayor parte de las situaciones, el constructor del delito es alguien a quien los progenitores o el niño conocen y esa persona puede ser alguien de seguridad o estar en una posición de responsabilidad con en comparación con niño y su familia. ¿Qué consejo le ofrecería usted a los padres, abuelos y guardianes que quieren charlar con sus hijos sobre este tema? Los progenitores, abuelos y guardianes tienen que seleccionar oportunidades o instantes propicios para la enseñanza para reforzar las reglas de seguridad. Si sucede un hecho en su red social y su hijo le pregunta sobre él, hable precisamente pero con palabras tranquilizadoras. Explique a sus hijos que usted desea discutir con ellos las reglas de seguridad para que sepan qué deben efectuar si en algún instante combaten una situación bien difícil. Asegúrese de que usted tiene “redes de seguridad” establecidas, a fin de que los pequeños sepan que siempre y en todo momento va a haber alguien que los va a poder ayudar.
Sus expresiones dan comprensión a los fáciles, a los que son como pequeños. Como Salomón en la lectura de esta semana, debemos humillarnos frente Dios, entregándonos a su servicio. Solicitemos en nuestra oración un corazón sabio, que quiera únicamente efectuar su intención. Las promesas que hace Isaías en la primera lectura de este domingo se han cumplido en Jesús y en la Iglesia. Todos los que están sedientos vienen a las aguas vivas del bautismo (cf. Jn 4,14). Los hambrientos se deleitan en abudancia en el pan para comer y el vino para tomar de la mesa eucarística.
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Vino a revelar que todas las personas son coherederas de la familia real de Israel, como enseña la epístola de este domingo. Su viaje, cargados de oro y perfumes, evoca el que hicieron la reina de Sabá y los “reyes de la tierra” en pues de Salomón (cfr. 1 R diez, 2.25; 2 Cr 9,24). Es interesente ver que las únicas citas bíblicas donde se mencionan juntos el incienso y la mirra, están en el Cantar de los Cantares, un libro que refiere a Salomón (cfr. Ct 3,6; 4,6.14). La peregrinación de los Magos que nos describe el Evangelio del domingo, marca el cumplimiento de las promesas de Dios. Estos, probablemente astrólogos persas, prosiguen la estrella que, según pronosticó Balaam, se alzaría como un cetro sobre la casa de Jacob (cfr. Nm 24, 17).
Pedro nos advirtió sobre las escrituras de Pablo. El hijo de Sirá dedica una variedad de tales a la resolución y el valor de un verdadero amigo (6,5-17; 9,14.15; 12,8.9), al precaución con que tal persona ha de ser preservada (22,25-32), y también a la falta de valor y los riesgos de la amiga infiel (27,1-6, 17-24; 33,6). El creador no tiene nada en oposición a aquellos en el poder, sino, por contra, cree que es una expresión de la intención de Dios que ciertos estén en estados de vida exaltados, y otros, en estados humildes (33,7-15). Concibe a las diversas clases de la sociedad, pobres y ricos, sabios y también ignorantes, como capaces de ser dotados de sabiduría (37,21-29). Desea que un príncipe tenga en cabeza que está en la mano de Dios, y debe justicia igual para todos, ricos y pobres (5,18; diez,1-13).
En la primera lectura de esta semana, al discípulo de Elías se le deja prestar el beso de despedida a sus papás antes de disponerse a continuar la llamada del profeta. Pero quienes crean encontrarán paz y clemencia, protección y alimento en el seno de la Iglesia, la Madre Sión que festejamos en la hermosa primera lectura de esta semana; la “Israel de Dios” a la que Pablo bendice el día de hoy en su epístola. Por nuestro Bautismo fuimos constituidos hijos de la luz y del día (cf. Ef 5,8; 1 Ts 5,5–7).
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Como nos comunica San Pablo en la epístola del domingo, no somos dueños de nosotros puesto que pertenecemos al Señor. Estos pasajes de la crónica de la salvación deberían ofrecernos la fuerza necesaria para que abracemos la intención de Dios y prosigamos su llamado en nuestras vidas. Disponemos a Dios, que ha venido como nuestro Salvador para educar a los pecadores el camino, como cantamos en el salmo dominical. Esto debería brindarnos esperanza de que los amados de Dios que están lejos de Él, encontrarán compasión si se vuelven a Él.
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El estar sujeto a sus padres terrenales fluye de forma directa de su obediencia a la voluntad de su Padre celestial. No aparecen los nombres de José y María, pero la lectura tiene relación a ellos tres ocasiones como “sus progenitores”, y además separadamente, como su “madre” y su “padre”. Se pone un énfasis particular en los lazos familiares de Jesús. Pero estos vínculos son remarcados solamente para ofrecer paso a la enseñanza que Jesús dará con las primeras palabras que pronuncie en el evangelio de San Lucas de el día de hoy, que la paternidad de Dios es considerablemente más esenciales que el parentesco terrenal. ¿Por dado que deseó Jesús hacerse un bebé, tener una madre y un padre, y vivir prácticamente toda su historia en una familia fácil? En parte, lo logró para revelar el plan de Dios de que toda la multitud viva como una “sagrada familia”, congregada en su Iglesia (cfr. 2Co 6, 16-18).
- Renovemos este día nuestra alianza con Dios acercándonos al altar, confiando en que Él salva la vida de sus siervos, como cantamos en el salmo de hoy.
- Las promesas que hace Isaías en la primera lectura de este domingo se han cumplido en Jesús y en la Iglesia.
