El secreto no revelado de Sirach 6 5-17

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Esas son las buenas nuevas que proclama la liturgia de este domingo. María es la virgen de la que se presagió daría a luz un hijo de la vivienda de David (cf. Is 7,13–14). Y prácticamente cada palabra de las que le asegura el día de hoy el ángel evoca y hace eco de la extendida historia de la salvación registrada en la Biblia. María es saludada como la hija de Jerusalén llamada a alegrarse de que su rey, el Señor Dios, vino a su interior como salvador poderoso (cf. So 3,14–17). Lo que se le comunica a María en el Evangelio de este domingo, es la revelación de todo cuanto los profetas habían dicho. Es, como San Pablo afirma en la epístola, el secreto mantenido en misterio desde antes de la creación de todo el mundo (cf. Ef 1,9; 3,3–9).

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Si desconectas a tus hijos de su rincón popular favorito en la Red es así como si los desconectaras de su historia social. En lugar de resguardarlos puedes ocasionar distanciamiento y orillarlos a donde corren mayor riesgo. Es muy fácil para ellos especificar perfiles gratuitos desde cualquier parte, desde la vivienda de sus amigos o aun desde su celular. Los padres deben comprobar su plan de servicio para entender cuales promociones tienen la posibilidad de ser cortadas para proteger a los pequeños. La Red prosigue mudando todos los días, para ser poco a poco mucho más multimedia, habitual y móvil capaz. Las chances para establecer contactos sociales en teoría son sin límites.

Ese no es el “temor” del siervo inútil que hace aparición esta semana en la parábola de Jesús. El suyo es el miedo de un esclavo que se empequeñece frente su señor despiadado; el miedo de quien repudia la relación con Dios a la que Él mismo nos llama. El Señor es nuestro pastor, como cantamos en el salmo del domingo.

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Todavía es cierto, sin embargo, que, con la salvedad de Israel Lévi y quizás algunos otros, los mucho más destacados estudiosos de la Biblia y del Talmud del día suponen que los extractos hebreos muestran un artículo original. En los manuscritos recuperados hasta la actualidad ellos admiten de manera fácil faltas de redactes, dobletes, arabismos, aparentes rastros de dependencia en versiones que están, etcétera. Pero en sus psiques todos esos defectos no refutan la originalidad del artículo hebreo, en la medida en que tienen la oportunidad de, y de verdad en un elevado número de casos tienen que, ser explicados por el carácter muy tardío de las copias ahora en nuestro poder. Y de esta forma estuvo el tema hasta el año 1896, el que marca el comienzo de un periodo completamente nuevo en la historia del artículo original del Eclesiástico.

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Esta fue la experiencia de Israel, como recuerda Moisés a su pueblo en la primera lectura de este domingo. Pero, como lo fue Israel, todos nosotros somos tentados a olvidar las maravillas que Dios obra en nuestras vidas, y a dejar nuestros derechos “de nacimiento” de hijos suyos amados. Dios es el rey (cf. Mt 5,35), Jesús es el novio (cf. Mt 9,15), el banquete es la salvación y la vida eterna que Isaías augura en la primera lectura de este domingo. Los israelitas son los primeros que Dios ha invitado a través de sus siervos, los profetas (cf. Is 7,25).

El domingo pasado celebramos el envío del Espíritu Beato, que selló la Novedosa Coalición de Dios y renovó todo lo desarrollado. Lo que hacemos en memoria Suya es ofrecer nuestras vidas a Cristo y renovarle nuestro com­promiso de servirle y ser leales a su Coalición. Dios no quiere proyectos fallecidas ni sacrificios de animales. Desea nuestra carne y sangre—esto es, nuestras vidas—consagradas a Él, brindadas como sacrificio viviente.

Quédate con nosotros mientras que exploramos esas relaciones que importan para nosotros. Ayúdanos a ser libres a novedosas formas de tener relaciones. Y que todas nuestras relaciones próximas sean un fugaz vistazo del amor y precaución Tú tienes por nosotros. En las peores situaciones, un individuo controla otra con crueldad y control físico.

El pacto de Dios con Noé, que leemos en la primera lectura, marcó el comienzo de un nuevo planeta; considerablemente más aún, prefiguró una nueva y más esencial coalición entre el Constructor y su creación (cf. Os 2,20; Is 11,1-9). En la epístola de este domingo, San Pedro nos recuerda que, como Noé y su familia fueron mantenidos de las aguas del diluvio, además nosotros somos salvados por las aguas del bautismo. Como cantamos en el salmo de este domingo, Jesús creyó aún en el instante de su aflicción y Dios lo liberó de los nudos de la desaparición (cf. Sal 116, 3). Estas lecturas se nos dan en la cuaresma para revelarnos la identidad de Cristo y para fortalecernos frente a nuestras preocupaciones. El tiempo de cuaresma sigue con otra narración sobre una prueba.

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Después, en la mesa del altar, en la persona del sacerdote, parte el pan. Jesús es descrito como el nuevo Moisés y el nuevo Cordero Pascual. Él es Aquel de quien David cantó en el salmo de hoy, cuya alma no fue abandonada a la corrupción; antes bien a ella le fue enseñado el sendero de la vida. Primero, interpreta “todas y cada una de las Escrituras” que hablan de a Él. En la primera lectura y en la epístola de el día de hoy, además Pedro abre las Escrituras para proclamar el concepto de la desaparición de Cristo, según con el plan listo por el Padre desde antes de la creación de todo el mundo.

Él interpreta las escrituras, él escoge como accionar; aun define la naturaleza del mismo ministerio apostólico. La oración de Jesús que oímos en el evangelio expresa sentimientos de despedida y al unísono de espera de Pentecostés. Nos comunica de qué forma van a ser las cosas en el momento en que él por el momento no esté físicamente entre nosotros. Como Dios modeló al primer hombre a partir del barro y lo llenó con su Espíritu (cfr. Gn 2,7), en el Evangelio de hoy observamos al Nuevo Adán que comparte el Espíritu vivificador, soplando sobre los apóstoles y dándoles novedosa vida (cfr. 1 Co 15, 45.47). El Espíritu es revelado como el aliento dador de vida del Padre, la Voluntad a través de la que Él logró todas las cosas, como nos dice el salmo de hoy.

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